del pasado que ya no existía, finalmente fue puesto en total evidencia.
Sus posesiones europeas fueron repartidas entre sus victoriosos
enemigos, y aunque la Corona pudo retener sus colonias en América,
África y el Pacífico, los británicos se preocuparon de asegurarse
ventajosos tratados comerciales para operar en puertos españoles en las
colonias y un permiso (el asiento) para importar esclavos a los Virreinatos hispanos. El desesperado intento del nuevo monarca español, Felipe V,
por volver a recuperar posiciones en el juego europeo en la Guerra de
la Cuádruple Alianza sólo llevó a una nueva y sonora derrota que acabó
con cualquier esperanza española de volver a su antiguo estatus. A
partir de ahora eran otras potencias las que dictaban las reglas. España
sólo podía languidecer y observar, mientras se ocupaba de sus asuntos.
CAD DIANA MOPOSITA
lunes, 20 de mayo de 2013
Finiquitada la Guerra de Sucesión con el Tratado de Utrecht en 1713, el poder hispano, aferrado a una imagen
del pasado que ya no existía, finalmente fue puesto en total evidencia.
Sus posesiones europeas fueron repartidas entre sus victoriosos
enemigos, y aunque la Corona pudo retener sus colonias en América,
África y el Pacífico, los británicos se preocuparon de asegurarse
ventajosos tratados comerciales para operar en puertos españoles en las
colonias y un permiso (el asiento) para importar esclavos a los Virreinatos hispanos. El desesperado intento del nuevo monarca español, Felipe V,
por volver a recuperar posiciones en el juego europeo en la Guerra de
la Cuádruple Alianza sólo llevó a una nueva y sonora derrota que acabó
con cualquier esperanza española de volver a su antiguo estatus. A
partir de ahora eran otras potencias las que dictaban las reglas. España
sólo podía languidecer y observar, mientras se ocupaba de sus asuntos.
del pasado que ya no existía, finalmente fue puesto en total evidencia.
Sus posesiones europeas fueron repartidas entre sus victoriosos
enemigos, y aunque la Corona pudo retener sus colonias en América,
África y el Pacífico, los británicos se preocuparon de asegurarse
ventajosos tratados comerciales para operar en puertos españoles en las
colonias y un permiso (el asiento) para importar esclavos a los Virreinatos hispanos. El desesperado intento del nuevo monarca español, Felipe V,
por volver a recuperar posiciones en el juego europeo en la Guerra de
la Cuádruple Alianza sólo llevó a una nueva y sonora derrota que acabó
con cualquier esperanza española de volver a su antiguo estatus. A
partir de ahora eran otras potencias las que dictaban las reglas. España
sólo podía languidecer y observar, mientras se ocupaba de sus asuntos.
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